Me pregunto en qué momento el
embrión se convierte en capacidad de narración. En un viaje algo hace que la
palabra cobre color. Los tonos se definen a medida que uno avanza en
kilómetros, los pigmentos se agrupan en una textura personalizada, preparada
para aflorar de una garganta aprendiz, o de una mano entrenada al círculo
continuo.
Si algo he aprendido estos primeros
días de julio en los Alpes franceses ha sido dar valor exacto a la palabra.
Recorrer a ella con un propósito justo. Devolverle su calidad de magia. La
palabra es poderosa, como lo son las circunstancias que te hacen acudir a ella.
Y si no se puede encontrar ese tono consagrado, es mejor rendirse al descanso
del silencio, un espacio idóneo para cocer nuevas expresiones y quemar nudos
antiguos.
Bosque Le Martinet. Foto: Carmina Balaguer |
El comienzo
Más allá de la ciudad de
Grenoble, un pictórico pueblo llamado Saint Michel les Portes lleva hacia un
recodo de montaña que desliza hasta un valle hondo en medio de los Alpes. La entrada
es cálida, la encuadra un cartel con el nombre de ‘Le Martinet’. Allí espera
todo el equipo de la escuela Amrit Nam Sarovar, especializada en formación de
profesores de Kundalini Yoga. Los asistentes suman 188 personas de diversas
procedencias europeas; escuela alemana, francesa, inglesa y española. Cada
asistente clava fuerte su tienda durante las primeras horas, aposentando una
identidad que en pocos días se verá más que alterada.
El reto
El reto
Trekking Le Martinet. Foto: Cumie Dunio |
Después de nueve meses de kriyas
y cuarentenas físicas, llega el final de una Formación con la que, muchos, ya se
podrán sentir Instructores de Kundalini. Es el fin de un entrenamiento, y el
inicio de una nueva forma de entender el mundo. Al menos, de observarlo y de
filtrarlo. Diez días organizados correlativos a las ofertas del paisaje. Una
invitación al silencio, al ayuno y a la actividad física. Un campamento
enfocado a trabajar el cuerpo y la mente en su gusto más guerrero. Una
combinación de Kundalini Yoga con rituales propios del chamanismo, ambas
técnicas planteadas para confrontar los límites más enquistados.
El cenit
El cenit
Atravesar cada meditación. Llegar
a la cúspide de cada ejercicio y de cada árbol. Carear el ego y abandonar la
lucha. La cáscara se deshace, también las palabras con las que se ha construido.
Una epidermis que muta a medida que las vocales y las consonantes chocan entre
ellas y se funden en el barro. Los tonos se distorsionan, la voz se minimiza y
el sentido de la letra pierde carácter. Algo ha pasado, inexplicable, algo ha
roto el discurso aprendido hace tantos años. Y de todo esto, ¿qué se puede
relatar? Nada. Ningún término puede dar valor a una experiencia iniciática.
Se dice que la palabra se emplea
para construir. Ella eleva y con ella se crea. Sin ella, nace el silencio y es
en éste donde el ser puede recordar. Me quedo con ambos, con la palabra y sin
ella, en el primer caso para aprender a hablar de nuevo, en el segundo, para
evocar lo inexplicable.