Letras suspendidas en la levedad de la sutileza. Profundidades que abrazan la visión subjetiva del autor. Invitaciones literarias cursadas por dos grandes figuras de la literatura inglesa, que en el sosiego del estío, cautivan nuestro apetito con esta suerte de libro pigmeo que reúne dos ensayos: 'Ir de viaje', de William Hazlitt (1773-1850) y 'Excursiones a pie', del afamado Robert L. Stevenson (1850-1894).
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De lectura breve pero, sobre todo, reincidente, el viajero encontrará en este primoroso ejemplar un tono confidencial de destreza hábil y esmerada, alejado de pensamientos obtusos. Una atalaya desde donde intercambiar impresiones y dialogar en el silencio que imprime el arte de caminar. Persuadida por el uso poético del lenguaje, por la prosa rítmica y vivaz, no puedo estar más de acuerdo cuando Hazlitt sostiene que "el alma de un viaje es la libertad, la perfecta libertad, de pensar, de sentir y hacer exactamente lo que a uno le place. Vamos de viaje principalmente para vernos libres de todos los impedimentos y todas las molestias; para dejarnos atrás a nosotros mismos mucho más que para librarnos de los demás".
Una reflexión con la que el ensayista inglés subraya una voluntad, la idea del tanteo, la inquietud de paladear las cosas por uno mismo. Una visión que, cinco décadas después, retoma Stevenson al afirmar que "una excursión a pie debe emprenderse en solitario porque su esencia es la libertad, porque uno debe poder detenerse y continuar, seguir un camino y otro a su antojo; y porque uno debe poder ir a su propio ritmo [...] abierto a todas las impresiones y dejar que sus pensamientos adquieran el color de lo que ve". Que así sea.