23 de abril de 2012

Altaïr, un retazo de mi memoria

Todavía recuerdo la primera vez que aterricé en la librería Altaïr hace ya algún tiempo. Conmocionada por semejante espacio dedicado a la geografía, a los viajes y a la naturaleza desde hace más de treinta años y pionera en el sector, sentí como el mundo se desplegaba en sus más diversas formas. Recordé entonces las montañas apiladas que cada mes ganaban altura con la llegada del siguiente número de su revista monográfica. Un instante que, al igual que su origen etimológico del árabe al-tair, la que vuela, convertía la llegada de cada ejemplar en un vuelo hacia los grandes viajes que, en ese gran laboratorio de ideas y destinos por descubrir, caían entre mis impacientes manos.

Sigo arrollando mis recuerdos en su fluir y me doy cuenta de la realidad palpable de ese escenario tantas veces soñado, idealizado y muchas más anhelado. Con el pulso algo acelerado por el rostro inédito del momento, recorro expectante los primeros pasos. Tengo la sensación de estar ante una colección de lugares de cuento donde mi imaginación aparece desbocada ante un escenario de planes imposibles. O no. Son escenarios para los sueños, obras que nos recuerdan constantemente que el viaje es algo más y Altaïr, el lugar perfecto para explorarlo.

Foto: Altaïr

Divididos por secciones, los paisajes que evocan sus rebosantes estanterías mudan su apariencia a medida que nos vamos adentrando, recorridos que permiten pasmarse ante la dimensión del viaje. Y es que Altaïr debe caminarse con la mirada en ciento ochenta grados. Testimonios silenciosos que aguardan ser devorados y buscan captar la mirada del viajero. Prestando oídos a las voces del silencio tuve la impresión de que aquí, en esta especial librería, el viaje se transforma en el arte del encuentro. Un espectáculo literario que conviene degustar con agradecimiento y respeto.

Y es que Altaïr constituye un destino en sí mismo, donde el tiempo se desdibuja y es capaz de sobrecoger por igual a viajeros de toda condición. Y así me encuentro, sobrecogida en un espacio imantado ya de por sí lleno de magia en su realidad física, garantía y una magnífica compañía para sentir el viaje. El mejor mirador para disfrutar de la belleza del mágico verbo viajar bajo todas sus formas. 

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