Podríamos hablar de esos oficios, el de fotógrafo y escritor, que con tanta argucia desempeña. Podríamos referirnos a una literatura que ya ocupa en los estantes un buen número de obras que rezuman y transmiten (para beneficio del lector) un entusiasmo especial hacia las culturas foráneas, en especial las orientales y africanas.
A ellas, precisamente, Jordi Esteva ha dedicado gran parte de su vida, cumpliendo así unos sueños de infancia que le llevaban a mundos estrechados por la geoficción de una fantasía de horizontes lejanos que anidaba en lugares imaginarios. O no. Podríamos, también, reflexionar acerca de la película que rodó en Costa de Marfil, 'Retorno al país de las almas', donde nos sumergimos, a través de una mirada distinta, en la danza de los espíritus del animismo africano.
Foto: Google
Sin abandonar semejante historial, el equipo Kompaso se desliza impresionado hasta la lejanía de un paisanaje que, indefectiblemente y por fortuna, nos deja impronta, donde el viaje y el lugar se convierten en mera excusa para hablar de lo que realmente le interesa. "Es importante tener algo que decir y tener una mirada propia", subraya. "Acercarse libre de prejuicios e involucrarse bastante", prosigue.
Comprometidos a unas palabras que no solo trazan discursos sino que parecen decir algo más, contemplamos sin pestañear parte de su trabajo fotográfico, cautivados por la profundidad de su significado, completado por una charla que aconseja, ante todo, "viajar con el espíritu, el corazón y el cerebro muy abiertos". Tomamos nota.
Con la certeza de que no es una conferencia más, buscamos la elasticidad de un tiempo que, en esta tarde de abril, parece avanzar veloz. Transportados hasta los confines de unos mundos que se desvanecen, lugares donde la magia del relato de viajes no intencionado, y recobran la fuerza que, de forma incombustible, le imprime Jordi. Recordamos, entonces, a Hermann Hesse: "Para que surja lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible". Allá vamos.
A ellas, precisamente, Jordi Esteva ha dedicado gran parte de su vida, cumpliendo así unos sueños de infancia que le llevaban a mundos estrechados por la geoficción de una fantasía de horizontes lejanos que anidaba en lugares imaginarios. O no. Podríamos, también, reflexionar acerca de la película que rodó en Costa de Marfil, 'Retorno al país de las almas', donde nos sumergimos, a través de una mirada distinta, en la danza de los espíritus del animismo africano.
Foto: Google
Sin abandonar semejante historial, el equipo Kompaso se desliza impresionado hasta la lejanía de un paisanaje que, indefectiblemente y por fortuna, nos deja impronta, donde el viaje y el lugar se convierten en mera excusa para hablar de lo que realmente le interesa. "Es importante tener algo que decir y tener una mirada propia", subraya. "Acercarse libre de prejuicios e involucrarse bastante", prosigue.
Comprometidos a unas palabras que no solo trazan discursos sino que parecen decir algo más, contemplamos sin pestañear parte de su trabajo fotográfico, cautivados por la profundidad de su significado, completado por una charla que aconseja, ante todo, "viajar con el espíritu, el corazón y el cerebro muy abiertos". Tomamos nota.
Con la certeza de que no es una conferencia más, buscamos la elasticidad de un tiempo que, en esta tarde de abril, parece avanzar veloz. Transportados hasta los confines de unos mundos que se desvanecen, lugares donde la magia del relato de viajes no intencionado, y recobran la fuerza que, de forma incombustible, le imprime Jordi. Recordamos, entonces, a Hermann Hesse: "Para que surja lo posible es preciso intentar una y otra vez lo imposible". Allá vamos.