21 de mayo de 2012

A las puertas de la alteridad

El viaje, a menudo, proporciona un tapiz de infinitos reflejos. Mudos como imágenes, el centelleo de sus destellos despide una ráfaga de luz intensa, momentánea y oscilante. Un resplandor que puntea la línea del horizonte y nos empuja a seguir descubriendo.

Seducidos por todo cuanto nos rodea, pronto nos vemos sumergidos en la bienintencionada inclinación de comprensión y entendimiento hacia otras personas o culturas. O eso creemos. Pues esa capacidad de ser otro que define al concepto filosófico de la alteridad, supone algo más que esa espontánea empatía que parece estrecharnos en cuanto ponemos pie en territorio ignoto. Respeto, reconocimiento y generosidad resultan necesarios cuando emprendemos la maquinaria de la alteridad. Y es que la reflexión metafísica del término exige la laboriosa observación detenida, aquella que trabaja en la dirección de la igualdad en la diversidad.

En este marco de contacto cultural que proporciona el viaje, las impresiones devienen en un fenómeno que, como el tiempo, resulta más elástico, más subjetivo y abierto. Con la ligera sombra de la diferencia planeando en la experiencia de lo extraño, conviene reconsiderar que la alteridad no es sinónimo de una simple diferenciación. La valoración de los otros supone el aplazamiento del nosotros. Es la manera de poder aprehender al otro como otro propiamente, tan remoto en pensamiento y costumbres.

Foto: Focus Pictures
La atención que merece dicha práctica asaltó mi pensamiento mientras, con excitación inocente y cierta sorpresa, veía un documental de la BBC, 'Novias robadas', sobre la situación de centenares de mujeres jóvenes en Chechenia, víctimas de los denominados 'matrimonios por secuestro'. Con un seguimiento a tiempo real de varios casos, el espectador se zambulle en esta 'costumbre' específicamente chechena entre el desconcierto, la estupefacción y la extrañeza. Un sentimiento que comparte la reportera, que no duda en manifestar su opinión a los entrevistados. Y es aquí, en este punto, cuando una de las mujeres le contesta que para lo que ella considera un hábito salvaje, para ellos es algo normal e indispensable para preservar la tradición de un pueblo con una historia sin fin, que se rebela contra años de discriminación nacional y hegemonía rusa. ¿Tradición o delito?

La dificultad de comprensión alcanza aquí cotas considerables, donde los límites de la razón y lo sensato se cuestionan con una complejidad que complica 'la capacidad de ser otro' y nos sitúa a las puertas de la alteridad.

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