9 de marzo de 2012

El viaje de nuestra especie

Los humanos y los chimpancés compartimos un mismo ancestro, por lo que éstos no son nuestros abuelos, sino nuestros primos. Con frases como ésta nos deleitó el aventurero arqueólogo Jordi Serrallonga, el día en que se cruzaron nuestros caminos.

Jordi Serrallonga. Foto: ub.edu.

Y es que Jordi combina su labor como naturalista, escritor y guía de expediciones con la docencia. En esta ocasión nos sacó de nuestro campamento para darnos un paseo por su vida y la de nuestros antepasados. El viaje comienza con una distinción que Serrallonga considera clave entre los humanos y los animales: nuestro aspecto infantil. Llega un momento en el que los animales dejan de jugar para sobrevivir, pero nosotros seguimos jugando y eso es, precisamente, lo que nos hace avanzar. Si no nos gustara tanto, no cambiaríamos tan frecuentemente de ordenador o de móvil, comenta nuestro cicerone.

 
Los seres humanos y demás animales aparecieron en el año 4004 a.c.

No, esto no lo afirma Serrallonga sino esa teoría del creacionismo que indica que todo fue creado de repente por un dios. Y es que Jordi tiene su propia 'Biblia', en la que Darwin es la clave. Todo lo demás, sostiene, es ‘Antes de Darwin’ y ‘Después de Darwin’.

Otra visión que existía antes incluso de que Darwin naciera, era la visión catastrofista. Ésta planteaba que Dios fue creando especies pero que, presumiblemente, no le agradaban del todo por lo que fue eliminándolas. Véase como ejemplo los dinosaurios o los mamuts para quedarse finalmente con el perfecto hombre, que no con el hombre perfecto. Se trataba de una forma de ver a la especie humana desde un prisma de sucesión y no de evolución. Cubier fue uno de los propulsores de esta forma de ver el mundo.

El primero que se atrevió a decir que las especies podían cambiar fue Jean-Baptiste Lamarck. Pero sus ideas no fueron tenidas en cuenta en su época, aunque su obra circuló por Francia e Inglaterra, hasta llegar a manos de Darwin. 


Un viaje por la vida del padre de la evolución 

Antes de su viaje Darwin, proveniente de una familia acomodada, era un snob y mal estudiante de medicina, nos dijo Jordi. Su padre, cansado de sus malos resultados lo metió a estudiar teología. Allí se topó con la obra de su abuelo que fue evolucionista y la criticó. Antes del famoso viaje que lo llevase a Las Galápagos, nadie se hubiese imaginado que Darwin hubiera acabado siendo el padre de la teoría de la evolución.

Fue Humboldt, profesor de Darwin y geólogo, quien lo intrudujo en el mundo de la botánica. Ahí empezó a interesarse por el mundo de la naturaleza. Fue tal la curiosidad que creció en él por las plantas y especies que le rodeaban que dejó de recolectar todo tipo de muestras e insectos.

H.M.S. Beagle, 1832 Foto: The Complete Work of Charles Darwin Online



Este mismo profesor le embarcó en el viaje que cambiaría su vida. Darwin estaba ansioso por conocer las Islas Canarias y Humboldt le habló de que había un barco que iba a hacer una cartografía del Nuevo Mundo y que antes haría escala en estas islas.

Finalmente su padre acabó sufragándole el viaje, que en principio duraría dos años pero que se prolongaría hasta cinco. Darwin embarcó como acompañante del capitán Robert Fitzroy, quien quería demostrar la veracidad de las teorías de Cubier sobre el catastrofismo. Para eso contó con Darwin, que ya empezaba a destacar como naturista.

Curiosamente, Darwin se mareaba en el mar, ansiaba llegar a Tierra para poner los pies en el suelo, recolectar y clasificar especies y hacer todo tipo de expediciones. Una de las más conocidas y quizás la más larga fue la que hizo a caballo en la Pampa Argentina, dónde se supone que contrajo el mal de Chagas.

Pero fue en las islas Galápagos donde, además de seguir practicando algunos ejercicios tan curiosos y quizás aun pre darvinianos como intentar cabalgar encima de unas tortugas gigantes, tuvo también la oportunidad de recoger numerosas plantas y animales junto con un gran número de variedades de una misma especie de pájaros, los pinzones.

Terminadas sus expediciones con el Beagle, acompañados de la narración de Serrallonga llegamos junto con Darwin a su Inglaterra natal, donde tuvo que quedarse durante el resto de su vida debido a la enfermedad que había contraído en su viaje. Un contratiempo que, sin embargo, no le impidió seguir viajando; a través de sus estudios consiguió recopilar, junto con otros científicos de su época, los datos y conclusiones que le llevarían a formular sus conocidas teorías de El origen de las especies.

Debió de ser entonces cuando realmente gritó su particular ‘¡Eureka!’. Y es ahí donde empezó el ‘Nuevo Testamento’ según la 'Biblia' de Serrallonga. Habíamos llegado a la era post darviniana. 

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