Idólatras de arquitectos de marca, abstenerse. He aquí un desafío a la capital mundial del modernismo. Una pista: éste es, ante todo, un arte decorativo. Damos esquinazo a la pisoteada flor granate del pavimento, insignia de la consabida Ruta del Modernismo. Esa misma que cada año guía a los miles de turistas que viajan hasta Barcelona, eclipsados por su personalidad arquitectónica.