20 de febrero de 2012

Sail away

Llevamos ya una semana de viaje y apenas he tenido un segundo para coger el teclado y romper el blanco de los espacios sin escribir. Recibí el billete cuando ya casi pensaba que el barco había zarpado. Y, por unos instantes, pensé que era un error. Que lo que leía era mi propia imaginación mostrándome un espejismo de lo que tanto había anhelado. Pero un par de minutos más tarde, seguía leyendo lo mismo en ese correo electrónico del Gabinete. "Saludos cordiales y abrazos" empezaba... y lo que continuaba todavía decía que me habían admitido como parte del pasaje. Mi viaje, había comenzado.

Tramitado el billete y facturado el equipaje, tuve el tiempo justo de reflexionar unos días. ¿Dónde iba a llevarme ese viaje? ¿Era acaso el camino hacia esa Ítaca que he soñado toda la vida? ¿Qué compañeros iba a encontrar en el navío?  Me moría de ganas de encontrar una tripulación tan preparada y con tantas experiencias a sus espaldas. ¿Iba a ser yo un lastre para ellos? Estaba convencido que, por lo menos, daría todo lo que pudiera de mi mismo para intentar seguirles los pasos.

Y sin tiempo para más contemplaciones, llegó el gran día, el que todo viajero espera durante días y lunas enteras. El día de partir. Ese día en el que uno se levanta con todos los males: la barriga como un flan, un dolor agudo en la cabeza, producto de la falta de sueño… La noche anterior parecía que, por mucho que cerrara los ojos, todas las reflexiones y pensamientos no dejaran de venirme una y otra vez a la mente. ¿Qué me deparará este viaje?

Así que con el cuerpo hecho un desastre y la mente llena de energía, me presenté al primero de nuestros destinos: la Sala de Juntas de la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Y nada más y nada menos que Luís Pancorbo era el encargado de darnos la bienvenida. Él y toda la dirección y equipo de este viaje que ya podemos llamar por su nombre: Máster en periodismo de viajes. Además, cada uno de nosotros tuvo la oportunidad de presentarse al resto de la tripulación, y escuchar los motivos personales para enrolarse en esta apasionante expedición.

Y apasionante fue la charla de tan gran viajero, conocedor profundo de las culturas del mundo, descubridor de personas y aprendiz eterno. Luís Pancorbo, un maestro de la comunicación sobre viajes y antropología, nos contó historias y anécdotas de sus constantes viajes; del optimismo necesario para abrirse a otras visiones del mundo, distintas a la propia; de cómo el conocimiento nos acerca a los lugares que visitamos, y, sobre todo, a sus gentes. Pancorbo nos explicó su afición por la antropología y algunos de los peajes que tuvo que pagar para poder dedicarse a profundizar en aquello que a él más le gustaba y le motivaba a seguir viajando. Cosas como la soledad o lejanía de la familia y amigos, pueden ser duras cargas para cualquier viajero y consideró que era necesario que cada uno de nosotros, aprovecháramos toda la ilusión por viajar, para encontrar así aquello que nos inspire, que nos haga seguir adelante, y nos permita recoger nuestro propio bagaje.

Santiago Tejedor y José Manuel Pérez, capitanes del navío, nos dieron una calurosa bienvenida con un montón de sorpresas y noticias muy emocionantes. Nos transmitieron su entusiasmo por este viaje que empieza y del que aún siendo ellos los timoneles, tampoco saben dónde va a llevarnos. Y quizá por ser la primera edición o por la gran cantidad de energías fluyendo de un modo paralelo y en una misma dirección; está claro que el destino de este máster lo va a marcar cada uno de nosotros en su propia vida.

Del mismo modo que estando dentro del camarote de un barco se puede sentir cuándo cambia el rumbo, supe que mi vida acababa de tomar un giro profundo, apareciendo ante mí como una carta de navegación en blanco, una ruta sin trazar todavía, y sobre todo, un destino aún por descubrir. Y es que en el fondo, sólo estábamos en la primera de las etapas de este viaje. Esa noche, con la cabeza llena de sueños, no tuve dudas, ni miedos; sabía que el trayecto ya había empezado.


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