Nos encontramos ante un destino ignoto, un espacio donde pervive un tiempo legendario y el sueño emprende el vuelo de los grandes mitos. Un lugar con bandera y moneda propia, de los que pueblan la imaginación. Mundos desconocidos que se localizan en la órbita del ingenio y la fantasía. Territorios desprovistos de rígidos corsés geográficos donde moverse en completa libertad, en el sentido más amplio de la palabra.
Esta es una invitación, pues, a viajar por lugares de ficción, cartografías inventadas imposibles de localizar en los atlas habituales. Un viaje donde descubriremos islas y ciudades perdidas, unos escenarios que nos permiten viajar con la imaginación, prodigio de las mentes que lo crearon. Socorridos mundos oníricos donde acudir cuando la realidad nos lleva al hartazgo de todo cuanto nos rodea. Una suerte de geografía literaria de lo más sugerente. Y es que son numerosas las recreaciones que la literatura ha dado al universo de los viajes imaginarios, tierras siempre misteriosas y lejanas. Responsables, en muchos casos, de despertar la curiosidad y el 'vuelo' de quienes tuvieron la oportunidad de leerlos.
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En este singular ejercicio de geoficción (término acuñado por el geógrafo francés Alain Musser) se impone la necesidad imperiosa de fantasear, ya que nos encontramos ante un camino abonado por la utopía. Concepto, por cierto, que deriva de 'utopos' y significa 'sin lugar'. Una práctica que se remonta hasta épocas abrazadas por el manto de la mitología griega, celta, mexicana o tibetana, por citar algunos ejemplos. Entre ellas destaca 'Atlántida', una ciudad mitológica descrita por Platón en su obra 'Diálogos'. Dicha isla, ya desaparecida en el mar, tendría un tamaño que superaría, en palabras del filósofo griego, a "Libia y Asia juntas". Una conocida leyenda desde la antigüedad que ha sido visitada de nuevo por escritores como Julio Verne en '20.000 leguas de viaje submarino' (1869), entre otros.
Escondido en algún lugar más allá de las montañas nevadas del siempre espectacular Himalaya, nos topamos con 'Shambhala', un reino mítico creado por la tradición budista tibetana, construido para eliminar el odio de un mundo dominado por la guerra y así comenzar una nueva era dorada. Cambiamos de continente para perdernos en algún lugar de las Islas Británicas, morada de brujos y hadas en numerosas fábulas de origen celta: 'Ávalon'.Y, ya que estamos, atravesamos las aguas del océano Atlántico para explorar 'Aztlán'. Según la mitología mexicana fue una especie de paraíso o Edén en forma de isla, desde donde partirían los aztecas. Su importancia en el imaginario colectivo creció de tal modo que durante el s.XVI se organizaron varias expediciones encabezadas por españoles. La lista podría continuar en una extensión sin contornos definidos.
Seguimos avanzando. Esta vez hasta la literatura de los más pequeños. Memorables obras de unas estanterías que rebosan de ilusión y descansan sobre una capacidad inventiva sin límites. Escenarios fantásticos como 'Oz' de L. Frank Baum, 'La historia interminable' de Michael Ende o la isla imaginaria, más conocida como 'El País de Nunca Jamás', de J.M. Barrie. Un cosmos donde viajamos también hasta las tierras que visitó Gulliver en las aventuras relatadas por Jonathan Swift como la isla de los inmortales o 'Luggnagg,' el país de 'Balnibarbi' o la nación isleña de 'Liliput'.
Unos decorados, en definitiva, que no sólo sirvieron para ambientar en ellos las narraciones, sino que alimentaron la imaginación a través de un viaje iniciático sin parangón, al que entregarnos siempre que queramos desde cualquier rincón y saborear las mieles de la fantasía. Así de fácil. Unas mágicas e inagotables fuentes de inspiración de las que también beben el mundo del cine y el cómic (recordemos los países de 'Syldavia' y 'Borduria' de Tintín). Lugares procedentes de épocas imprecisas que existirán cuanto mayor sea su indefinición respecto a su referente real, un ámbito personal donde dar rienda suelta al reino de la invención.