15 de marzo de 2012

Folclore marinero

Noche de recuerdos

"Todo empieza y todo acaba”. Así es como Pablo Cruz, batería y percusionista argentino, inaugura el pasado 2 de marzo la última de las “Noches de folklore en Barcelona”, un ciclo que ha alimentado a un público variopinto durante tres años.  

Cruz, coordinador del ciclo, descobija su esfuerzo de estos últimos años y lo entrega a un público fiel y nostálgico. Cincómonos, el local donde se lleva a cabo el espectáculo, se adapta a unos asistentes insaciables y dispuestos a honrar un trayecto compartido. A simple vista, se percibe un recuerdo “a lo argentino”, la luz rojiza de la sala evoca los ambientes porteños de la capital suramericana, y los abrazos evidencian los lazos entre músicos y compañeros emigrados. Pero también acuden catalanes admirados por una propuesta folklórica que ha sido un lujo fugaz en la ciudad.

Un género viajero

Originario de Córdoba, Argentina, Pablo Cruz se relacionó con la música desde su infancia a través del teclado y a base de escuchar música clásica y grupos más modernos como los Beatles. No fue hasta los 17 años que decidió formarse como músico. “Ocurrió por casualidad, cuenta, cuando en el ensayo de unos amigos faltó el batería y me puse a tocar una funda de caja y una caja”. Acompaña la anécdota con una enorme carcajada. Es un músico modesto y con gran sentido del humor pero, por encima de todo, dedicado a cuerpo entero a ese arte. 

En América estudió junto a personalidades como Roberto Junior Cesari o Robertinho Silva. De ahí amplió su talento con estilos como el jazz, el rock, el funk o el folklore argentino. El folklore, como bien indica la palabra (en inglés, la raíz “folk” define pueblo, y “lore”, conocimiento), combina el saber y las tradiciones de un pueblo. En el caso del folklore argentino, hablamos de una música resultado de una gran fusión de culturas cuando, a principios de siglo XIX, se mezclan trazos autóctonos con otros de europeos. Una unión que, esta noche, en Cincómonos se intuye en el aire y en la variedad de acentos que se escuchan. Al estilo de jam, varios músicos pulen el escenario con diferentes estilos y danzas.

“Cuando descubrí el folklore, dice Cruz, sentí un clic. Hay algo muy noble en este género”. Es esta profundidad lo que le ha llevado a crear un proyecto como el de “Noches de folklore en Barcelona”. Según él, siente una responsabilidad de llevar el género a todos lados o, dicho de otra forma, hacerlo viajar y permitir que éste se mezcle con otros estilos tradicionales. 

De todos los estilos y danzas, Cruz se queda con la zamba, por la emoción que le provoca, y la chacarera, por hacerle hervir la sangre. Si nos centramos en la zamba-cueca, por ejemplo, descubriremos su calidad marinera. Su poliritmia zarpó de África y se mezcló con lo criollo de Suramérica. Hablamos, en la mayoría de los casos, de estilos viajeros, creados a partir de ritmos que han recorrido continentes hasta alcanzar tierras argentinas.  

La apuesta de dos varitas
Viajero también lo es Pablo Cruz, no solamente por su apuesta de afincarse en Barcelona hace diez años, lo cual le ha salido bien, sino también por sus constantes conciertos a lo largo del territorio europeo y, anteriormente, en su país de origen. Según Pablo, “el viaje es un alimento para el espíritu” y la música, a la vez que una profesión seria e indispensable, “es una excusa para viajar”. Su objetivo es conocer el mundo tocando, repicando ritmos que, a la vez, tienen un origen histórico también en movimiento. 

De todo esto hay algo más que cumplido. Los aplausos abocados llenan Cincómonos de recuerdos. Una mezcla folklórica que acepta tanto a aficionados como a expertos. “Es en este contraste, cuenta Cruz, donde radica la espiritualidad del género.” Un público en silencio “comprometido para escuchar una propuesta sincera y multicultural”. 

En todo viaje, algo empieza y algo acaba. Como un ciclo, las “Noches de Folklore en Barcelona” llegan a su fin. El compromiso hacia un género se marcha al repique de unas varitas que aluden al trayecto de un tren infatigable, como un retumbo que, hoy, parte hacia otro destino.


Foto: Pablo Cruz


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