3 de junio de 2012

Literatura de observación a contrarreloj

Otro meridiano de energía, otra línea de fuerza. Un artesano de la palabra atormentada por un escenario hosco y desgarrador. Así presentamos al reportero de guerra de La Vanguardia, Plàcid Garcia-Planas, que el equipo Kompaso ha tenido la ocasión de conocer con motivo del Máster en Periodismo de Viajes.

Plàcid Garcia-Planas. Foto: Google.
Acompañados de una elocuencia que roza la poética e invita al deleite, sentimos la pulsión de un discurso conmovedor, presto a la reflexión de un viaje a Oriente Próximo, con la crudeza que proporciona el rostro de la guerra. Un semblante colmado de horror al que este periodista de palabra curtida desmenuza con la delicadeza y el respeto de quien medita sobre cómo se escribe la guerra, el dolor. Las imágenes se suceden ante las miradas de un público atento, notas visuales que matizan y extienden la voz de Plàcid. Son memorias aparte e influyen en un sentimiento virgen.

Sumidos en un estado de conciencia, en el aprendizaje de tomar una distancia no adrenalínica de la guerra, nos detenemos en la mirada del otro. '¿Qué es viajar?', pregunta. 'Viajar son muchas cosas, pero esencialmente es un estado de ánimo, una actitud', afirma. Un cruce de miradas, un juego de espejos donde 'la mirada más fértil es siempre la del otro', sostiene. Y es que la adrenalina no son las bombas sino la habilidad para encontrar las historias, las miradas y saber contarlas. Una suerte de literatura de observación que este periodista aborda desde la paradoja y la intensidad que le proporciona la lírica. Una escritura poliédrica alejada del melodrama barroco que suele merodear a la expresión periodística del dolor bélico.

Tensión, prudencia y miedo, impactos emocionales que Plàcid ha sabido canalizar a través de la palabra y, lo que es aún más importante, a través de la palabra compartida de un reporterismo entendido desde el oficio que induce a la reflexión del lector. 'El mundo es como es y así os lo enseño', acentúa ante la crudeza de unas fotografías que no dudan en llamar la atención frente al uso, en ocasiones deslegitimado, de las nuevas tecnologías. Pues, como bien destaca, 'no hay épica sin Nokia'.

En las irregularidades de un camino donde el terreno se encabrita, la estética de la observación detenida deviene aquí en el arma de verdades más profundas con las que este periodista de solera apunta hábilmente. Chapeau.

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