19 de octubre de 2012

La salud del viajero


"La salud también viaja", este es el lema que encabeza la campaña del último boletín informativo que cada año edita el Ministerio de Sanidad. Una guía de contenido práctico e información útil, repleta de consejos y normas sanitarias para viajeros internacionales.

Y es que la renombrada globalización de rostro multifacético y conocido por todos, ha permitido que la salud viaje. Es por ello que debemos considerar su connotación epidemiológica sanitaria. Una consecuencia que tiene su cara más visible en las enfermedades importadas.

Conocer las medidas preventivas que el viajero debe adoptar y la situación sanitaria del país de destino y, por tanto, las medidas profilácticas más adecuadas para cada zona geográfica, reducirá los riesgos de la salud del viajero.

Fuente: Google Image Search.
Comprendida la teoría, en Kompaso nos hemos preguntado: ¿de qué va a depender la salud del viajero? Para responder a esta y otras preguntas, hemos asistido a una clase de Medicina de viaje impartida por la doctora Silvia Roure i Díez (de la Unidad de Salud Internacional Metropolitana Norte), quien durante unas horas se ha acercado hasta las aulas del Máster en Periodismo de Viajes. Junto a ella nos hemos aproximado a los aspectos generales que comporta la llamada 'medicina geográfica', además de tomar buena nota del asesoramiento que proporciona el Reglamento Sanitario Internacional.

La salud del viajero, reflexionábamos, dependerá de la interacción de varios factores, a resolver si es posible antes del viaje, con un margen de entre cuatro y seis semanas. Desde las condiciones higiénico-sanitarias del viaje, si éste se desarrolla en un entorno rural o urbano, la duración del viaje, el tipo de viaje (organizado, mochilero), hasta el estado de salud del propio viajero, así como las intervenciones que éste realice para prevenir: vacunas, profilaxis de la malaria y otras medidas. Acudir a uno de los muchos Centros de Vacunación Internacional nos facilitará el acceso a una información y atención integral personalizada al respecto.

No obstante, la prevención no atañe tan solo a un buen puñado de vacunas, sino que se extiende, también, durante el viaje. Los riesgos sanitarios de causa infecciosa despliegan sus tentáculos hasta la causa más frecuente de molestia y enfermedad en el viajero: los alimentos y las bebidas. Conviene por ello lavarse las manos con frecuencia; evitar el agua no embotellada; la carne, el pescado, la verdura o cualquier alimento crudo; la fruta pelada y expuesta; la leche y derivados sin hervir o pausterizar; los productos de pastelería y helados artesanales; y los cubitos de hielo en las bebidas.

Junto a estas recomendaciones, resulta aconsejable no andar descalzo y esquivar el contacto con animales domésticos y salvajes, transmisores de enfermedades letales como la rabia. El contagio, además, puede producirse por reservorio hídrico por lo que deviene imperativo no bañarse en aguas estancadas y, mucho menos, ingerir agua. 

El cénit de las advertencias lo alcanzamos con las enfermedades transmitidas por los insectos. En este sentido, advierte Silvia, los mosquitos son vectores de enfermedades como el paludismo o malaria, el dengue y la fiebre amarilla, entre otras. Nuestra mejor defensa la encontraremos en los métodos barrera como son los repelentes cada seis horas (que lleven el DEET con una concentración superior al 35%); la ropa de manga larga y colores claros; evitando colonias o productos perfumados; y utilizando mosquiteras para dormir impregnadas, a ser posible, con permetrina. 

Si, además llevamos en nuestro equipaje un buen botiquín del viajero compuesto de analgésicos y antitérmicos como el paracetamol, antihistamínicos para las picaduras, antidiarreicos, antibióticos de amplio espectro, y un material de curas (antisépticos tópicos, gasas, vendas, esparadrapo, termómetro, jeringa y aguja de un solo uso), lograremos ese cometido anhelado por cualquier viajero: proteger nuestra salud.

Para saber más:

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