3 de marzo de 2012

El valor del camino

Mares del mundo. Hasta los confines de un planeta, curiosamente llamado Planeta Tierra, nos trasladamos a una superficie que ocupa las tres cuartas partes. Portador de miles de leyendas, sobre ellas navega el hombre, antaño explorador, comerciante o exótico y temerario pirata, hoy seducido por la aventura de un lugar indómito, donde jugar a la libertad alejado de territorios encorsetados. De azul te vistes en una escala cromática que desafía la imaginación y, en una alternancia rítmica, revelas a la mirada de quien te observa un carácter siempre cambiante entre la serena calma y la vorágine de un arcano tumultuoso.

Seducidos por el canto de las sirenas que protagonizaron las conocidas leyendas de aguerridos marineros, son cada vez más quienes se decantan por el valor del camino como forma de viaje. En unos tiempos donde se premia la inmediatez de los transportes, otros prefieren soltar amarres y apagar motores. Una demanda, si bien, en alza.

En este escenario protagonista de grandes relatos, no pocos ‘bolsillos’ se han lanzado a satisfacer esta necesidad creciente por el transporte marítimo. Una alternativa sugerente a la tradicional y congestionada vía terrestre y a la veloz aviación. Un desplazamiento alternativo donde el transcurrir del tiempo parece no tener demasiada prisa. 

Foto: Grimaldi Lines

Opciones, como de costumbre, hay para todos los gustos. La que nos ocupa, Grimaldi Lines, responde a un producto a medio camino entre el crucero de masas y el ferry. Un negocio que justifica su línea de acción en las llamadas ‘Autopistas del Mediterráneo’ que, por lo visto, agilizan las cadenas logísticas, reducen costes y protegen al medio ambiente. No contentos con el servicio que ofrecían en sus inicios, Grimaldi Lines decidió dar un giro en su estrategia de comunicación y ofrecer una ‘experiencia’ como valor diferencial en sus desplazamientos.

Con las manos en ‘los bolsillos’ continúa el estudio de un caso que, lejos de ofrecer herramientas para nuestros viajeros, responde a una única y clara voluntad: la comercialización del sueño. Esto es, la industrialización del viaje. Con cierto apremio, nuestro invitado anota las ideas en una comunicación absolutamente unidireccional.

Tal vez sea, como apuntó al comienzo con una cita de la película ‘El cielo protector’ del director Bertolucci, que “el turista sabe que al acabar volverá al punto de partida, el viajero no”. Y es que a veces conviene girar el eje gravitatorio y desplazarlo hacia otra latitud.

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