19 de marzo de 2012

'Tristes Trópicos', segunda parte

A las puertas ya de un contenido sin dimensión temporal, Lévi-Strauss abraza la memoria de un hechos que sucedieron hace más de una década. En los festines del pasado, camina como si fuera hoy, desmantelando con soltura cada recuerdo, cada vivencia, demostrando una capacidad retentiva excepcional a prueba de decenios. La experiencia colonial aparece aquí como una cuestión diferencial a las demás etnografías contemporáneas, señalan las voces autorizadas. Si bien, la atmósfera de ‘Tristes Trópicos’ desprende un tono nostálgico que recorre toda la obra.

En esta narración retrospectiva el asombro tiene lugar desde el primer momento. No en vano, este antropólogo y filósofo de origen belga se aventura con un comienzo de lo más provocador y que aquí reflexionamos en ‘El fin de los viajes’. Sorprende la energía de unas palabras que sentencian la opinión del autor acerca del viaje y de los exploradores. Dice así: “Odio los viajes y los exploradores. Y he aquí que me dispongo a relatar mis experiencias”. Un proyecto que tardaría en ver la luz ya que “una especie de vergüenza y aversión” se lo impedía.

El autor en una de sus expediciones. Foto: Google 

Sobre esta declaración, esta figura intelectual de primera línea sienta los cimientos de una compleja estructura cuyos pilares nos harán recapacitar hasta derrumbar cualquier referente, cualquier juicio preconcebido acerca de los viajes, los viajeros, los relatos y la profesión del etnógrafo así como el propio exotismo de los trópicos. La añoranza de otro tiempo donde sí acontecían los “verdaderos viajes”, le lleva a afirmar que el viaje se ha convertido en un “espectáculo malgastado, contaminado y maldito”. A razón de unos relatos plagados de “detalles insípidos y acontecimientos insignificantes” que por contra, encuentran una aceptación considerable entre el gran público. En este panorama que ha perdido su esplendor, Lévi-Strauss navega cautivo de una alternativa que extiende sus extremos entre el “antiguo viajero, “enfrentado a un prodigioso espectáculo del que nada o casi nada aprehendería […]; y el “viajero moderno, que corre tras los vestigios de una realidad desaparecida”.

Lejos de decantarse por alguna de estas etiquetas, contempla su “existencia errante” desde la profesión del etnógrafo, prescindiendo de la aventura naturalmente asociada y que para él no es más que “una carga”, rehuyendo de esa exploración definida como “una reflexión cogida al vuelo”. El lector pronto se dará cuenta de su capacidad de creación teórica en este primer trabajo, próximo a la autobiografía, donde la etnografía “le procura una satisfacción intelectual: en tanto historia que une por sus extremos la historia del mundo y la propia […] tranquiliza ese apetito inquieto, augurando a su reflexión una materia prácticamente inagotable […]”.

Foto: Google. 

E inagotable prosigue este genial observador del ser humano en una prosa barroca con gusto por la descripción, capaz de sumergirnos en una vasta experiencia que atraviesa su convivencia con poblaciones indígenas brasileñas como los bororo, los caduveo, los nambiquara, etc. Sin abandonar aspectos que circulan por el carril de la crítica hacia la civilización occidental que arrasa las culturas del Nuevo Mundo (Amércia) y Asia, Lévi-Strauss nos conduce de nuevo a la pregunta que pone en cuestión lo establecido. Una aventura que empezó con entusiasmo y que sin embargo, ahora experimenta una sensación de vacío, “diluida en el aburrimiento […] de unas sociedades que hoy sólo son cuerpos débiles y formas mutiladas”.

Recompensa y castigo aparecen al unísono en un trabajo de campo convertido en una investigación “agotadora” donde afloran continuamente interrogantes que ponen en entredicho la voluntad inicial. “¿Qué he venido a hacer aquí?, ¿Qué espero?, ¿Con qué fin?, ¿Qué es exactamente una investigación etnográfica? […] ¿Quién o qué me había empujado a torcer violentamente el curso normal de mi vida”, se pregunta el padre de la antropología moderna mientras lanza al vuelo posibles respuestas a estos problemas que le atormentaban provocados por el “desarraigo al que se ve sometido el ánimo del viajero durante un período prolongado en condiciones anormales de existencia”.

Sometido a la dualidad que exige el papel del etnógrafo, “entre crítico a domicilio y conformista afuera”, Lévi Strauss elige a los otros y “sufre las consecuencias de dicha opción”, expuesto a la desintegración, a la destrucción que comporta todo esfuerzo por comprender “el objeto al cual nos hemos aferrado”. Desbancados de nuestras posiciones, asistimos a un renacer que, ahora sí, tiene un nuevo rostro: ‘Tristes Trópicos’. Una miscelánea inclasificable que proporciona un estado de ánimo especial que no querremos abandonar.

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