11 de abril de 2012

Carta al viaje literario

De la mano de Fernando Clemot, reconocido escritor español, cruzamos la puerta de entrada a la Literatura de Viajes. Para ello, se requiere escoger entre tres posibles cartas. La primera, nos relata lo que es un viaje de altura, aquel que resulta sensible a la lejanía. La segunda, nos hace soñar con un destino de cabotaje, el que se realiza sin moverse del lugar de origen. La tercera, invita a vivir un viaje en profundidad, en busca de un enfoque filosófico.

Así es como Clemot nos sugiere emprender un aprendizaje en la navegación. Como si de una marea se tratara, su voz nos traslada hacia destinos literarios y autores emblemáticos para presentarnos el panorama del viaje desde la literatura. Tras recibir algunos consejos sobre la narrativa de este género y cómo encontrar el código que conecte con el lector, zarpamos al mar con Josep Pla

Foto: Google

Sin perder nuestra tierra de vista ni dejar la cualidad del “cabotaje”, las palabras de este simbólico escritor catalán del s.XX nos acercan a la cultura catalana de donde procedemos algunos de nosotros. Una identidad de partida que nos hará viajar hacia un territorio que, en breve, Kompaso transformará en “cabotaje”, Italia. En sus Cartas de Italia, Pla realiza un viaje de “altura”, al menos en aquella época. Sus comentarios son “profundos”, consigue sin duda convertir la observación en literatura completa, aunque es cierto que sus letras conllevan una raíz de filosofía tímida. 

Josep Pla viaja en primera persona por todo el territorio italiano, lo despliega en textos sinceros y, en algunos casos, metafóricos. Enfoca el objeto desde un prisma virgen, le da el carácter que antes no tenía. Sus escritos combinan imágenes con recuerdos históricos. Con todo, crea una atmósfera sensible para el lector. Se adentra en detalles costumbristas, sin exponer demasiado su ego viajero. 

Con él, llegamos al sur de Italia, esperanzados de lactar algunas reseñas que muestren la vida siciliana, a modo de mentor para nuestro proyecto sobre Catania. Sin embargo, Pla, se detiene en Brindisi y Bari, dos poblaciones que codean el Mar Adriático. En Brindisi, juega generoso con las tonalidades de los colores de los campos (“Tierra enjuta, terrosa, dura, de un rojo oscuro, incendiado”), y otorga cualidades humanas al resto del paisaje (se ven los cuerpos de las columnas tronchadas a ras de suelo, como si hubiesen sido segadas con guadaña”). Con Bari es menos galante, su “vida triste, crepuscular, de un sentimentalismo puramente mecánico y una frivolidad puramente artificial” genera un clima humano “angustioso y enrarecido, aplicado sobre personas que siempre quieren ser más de lo que son”. El escritor nos deja una visión del sur un tanto áspera, lo vive “pobre, malcomido, estrecho, sin esperanza, de un realismo abismal, donde no hay más que utilidad frenética”.

Al cierre de estas cartas, Kompaso sigue navegando por el Adriático, a la espera de que los dos o tres faros de Brindisi que, “queman, medio borrosos”, alumbren nuestra costa bajo un crepúsculo de gamas no tan “fugitivas” como las que relata Josep Pla en sus memorias de viaje.

Foto: Kompaso

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