19 de abril de 2012

El viaje de la comunicación, del círculo a la flecha

¿Qué es la comunicación? ¿Cómo describirla? ¿Cómo referirse a ella? ¿Su concepto es evolutivo, es fijo?

Pensamos en la comunicación, y recordamos que es el proceso mediante el cual transmitimos información de una entidad a otra, tratándose entonces de una comunicación que tiene como objetivo informar, interacciones mediadas por signos entre al menos dos agentes que comparten un mismo repertorio de signos y tienen reglas semióticas comunes.

La lógica y casi por inercia, acompañan a la descripción técnica de la comunicación, una descripción lineal, con un principio y un fin, llevada a cabo mediante pasos, con una secuencia,  como si se tratara de un manual de procedimientos para obtener comunicación. Acepciones aparte, asistimos a un significado de distinto alcance.

La Comunicación, el círculo y la flecha

Dejando la lógica expuesta atrás, espantándola, tratemos de ver a la comunicación como un círculo, buscando en él el sentido mismo de la comunicación, a la que refiere Fabio Tropea (profesor de la asignatura de semiótica y etnografía del viaje del máster en Periodismo de Viajes), quien nos presenta a la comunicación como un esquema que busca compartir como objetivo final y al mismo tiempo excluir del círculo. 


                                                     Foto: Google

Círculo que proviene del latín circulus,  una circunferencia que posee un área definida, una curva geométrica, no por coincidencia etimológicamente familia del término comunidad, que también proviene del latín comoine, que significa conjuntamente, en común. Una comunicación que encierra un fin común y lo aglomera, en círculo. 

Se cuenta con muestras y vestigios que describen a la cultura humana como una ruta que responde a la búsqueda de crear comunidad. La huella de los ciclos históricos permite observar que el círculo no ha cambiado, siguiendo así un caminar casi instintivo que expresa la demanda de crear comunidad. 

Por tanto, la comunicación ya no consiste sólo en informar, ya no se trata de datos, de contenidos, de decir y escuchar, de encender la televisión para comunicar los hechos más importantes del día, o abrir el diario para ser testigo de los  acontecimientos trascendentales que se registran en el entorno. Se trata de compartir algo, de crear comunidad, de dejar la rigidez al tratarse de humanos, de interacciones con un objetivo. Es decir, el círculo que habla de la integración, de sentido de pertenencia. El  círculo que también es el fuego, la hoguera, el hogar, como la representación de la integración, de estar frente al otro en los momentos importantes, en las historias, en las alegrías y tristezas del compartir.  

Pero así como se comparte, se excluye, se divide a quienes están dentro del círculo o no, como una muralla protectora entre amigos y enemigos, como una fortaleza que identifica a unos de otros. La exclusión como una complejidad del círculo, una problemática que arrastra una comunicación que provoca guerras, pues delimita, delinea. 

Seguimos viajando, pues la modernidad ha impuesto un cambio de rumbo restituyendo la idea del individuo. En este sentido, la comunidad pierde terreno frente al individuo activo. En esta fragmentación progresiva del círculo, la comunicación viaja hacia el triunfo simbólico de la flecha, donde este nuevo fenómeno impone una nueva forma de comunicación: la expansión se extiende y conlleva la salida constante y regular de muchos grupos, momento donde el contacto apuesta por la lejanía en detrimento de los círculos cercanos.

El ser humano avanza en su comunicación, en la creación de nuevos círculos ahora transformados en flechas. Evoluciona por si mismo pero no deja de comunicar, de expresar y no solo de informar, porque la comunicación, así como sus necesidades, no son lineales, son dinámicas, cambiantes, evolutivas y complejas. 




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