10 de mayo de 2012

La Barcelona de las vías olvidadas


Si viajáramos a la Barcelona de principios de siglo, podríamos recorrer un escenario móvil desde lo alto de un vagón. Nuestra entrada sería como una lámpara compuesta por miles de alambres, destinados a iluminar un escenario recreado. El presente nos parecería nostálgico, y el trayecto del viaje adquiriría un sonido embotellado. Viajar en formato de pasado no es posible, pero sí podemos acercarnos a él, aplicando una mirada nostálgica a su legado. 
 

La capital catalana atrae cada año a miles de visitantes seducidos por sus propuestas históricas y culturales. Muchos de ellos, circulan por las principales calles rehaciendo un trayecto lejano. Pisan, sin saberlo, la vida de un transporte que, a principios del siglo XX, trazó una etapa de la ciudad.


María y sus fotografías

“La vida prosigue, como el tranvía lo hacía en su recorrido”

María y sus fotografías. Foto: Kompaso
Maria Arxer, artesana del barrio de Gracia, uno de los diez distritos de la Ciudad Condal, recuerda sin aflicción el compás de este vehículo. Nos muestra un tranvía de identidad antigua a través de fotografías sacadas de un cajón. Con ella, observamos las vías arrasadas por la suma de cimiento y de ruedas de automóviles. Arxer vivió la segunda parte de la vida de este transporte, cuando los originarios vagones de madera se transformaron en vehículos más alargados y modernos. 

Era una época en que la ciudad contaba con una red de metro y en la que las voces de los más adultos rememoraban los pasos de los primeros tranvías. Sus trayectos diarios seguían la línea que enlazaba Plaza Lesseps con Plaza Cataluña, actualmente adoptada por línea del autobús 22.

Evocar la historia es una responsabilidad que ha pasado a formar parte del propio viajero. Rehacer la vida de un lugar, con sus ansias de encontrar hechos inmemorables. El subsuelo de Barcelona está lleno de un movimiento perdido. Según Arxer, sin embargo, el recuerdo no se pierde, aunque no hay que vivir de él. Algunas imágenes es lo único que ella guarda. El tranvía es algo que a la generación presente no le encaja, argumenta. Su lentitud no está hecha para los ciudadanos actuales. 


El recuerdo de las vías. Foto: Kompaso

Historia del Tranvía

Fue en 1872 cuando el primer tranvía de Barcelona arrancó con una línea de tracción animal. Después de casi treinta años, se extendió con dos líneas eléctricas, las que transportaban de Drassanes a Gracia, por un lado, y de Plaza Cataluña a Bonanova, por el otro.

Se llegaron a construir cantinas en las paradas para tomar “carajillos” durante las esperas, aunque eso era una costumbre inclinada para los hombres. En las horas punta se creaba una nube alrededor del tranvía para conseguir subir a él y ser un pasajero. Había quienes corrían a colgarse de las ventanillas o de las barras para no perderlo.

En la época, ya hubo quien vivió el tranvía con ojo nostálgico. Es el caso de la Metropolitan Cinemaway, una sala de proyecciones de la ciudad donde se presentaban películas filmadas sobre transportes en marcha. La atmósfera del lugar era ingeniosa, contaba con andana, vagón y billetes de tren a modo de entrada. Dicha sala, actualmente sustituida por el Hotel Avenida Palace, encargó al realizador Ricardo Baños un video titulado Barcelona en Tranvía, en el que se ve el recorrido de la línea eléctrica Cataluña-Bonanova desde lo alto de las vías. 

Era el año 1909, según los expertos que lo han analizado y, hoy, el viajero aún puede disfrutar de este retrato en movimiento o revivirlo en directo paseando por el actual Paseo de Gracia.

Barcelona creció y también lo hicieron sus líneas. Asimismo, su costo siguió expandiéndose al ritmo de la ciudad. De los primeros 30 céntimos de su billete, llegó a costar 50 pesetas, del cual, Maria Arxer, aún guarda un billete. Los tranvías quedaron relegados con el uso del troler bus y, poco a poco, sustituidos por el autobús.

El final del recorrido de las líneas 20 y 50, de las que María era usuaria, culminaban en la plaza Lesseps, de donde es vecina desde su infancia. Con la última reforma de la plaza son más las capas de cimiento que han tapado su recuerdo.

Es otro mundo, confiesa Arxer. Aunque no es amante de la nostalgia, dice, algo en ella apunta que ha disfrutado reviviendo una parte de su pasado. Después de subir con ella a las vías de un tranvía antiguo, se siente un sentimiento melancólico en el ambiente. Viajar sin nostalgia sería como viajar sin espíritu.

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