7 de junio de 2012

Choque cultural capítulo II


Los cambios forman parte del pasar del tiempo, del proceso de adaptación, de caminar con menor titubeo, con mayor seguridad al tener una dirección y saber qué camino tomar para llegar; un nivel más elevado de seguridad que se traduce en comodidad, en un respiro al sentir que lo importante, se tiene. A dos meses, la escala en Barcelona, ha tomado forma, como camaleón.


Foto: Viaje con escalas
Ir al supermercado no es tan sencillo, aun en castellano.


Los sábados son los días en los que camino cuatro cuadras para llegar al  Mercadona, ahí compro: carne, pollo, atún, sardina, café, quesos, embutidos ( carnes frías), leche, vino,  servilletas, shampoo, y nutella; al regreso, a una cuadra está la frutería, ahí, la parada es por: manzanas, naranjas, plátanos, duraznos y fresas; además de cebolla, papa, espárragos, lechuga, tomate, calabazas y zanahorias. Dos cuadras más y está la panadería, en una esquina, la cual, atienden señoras con un mandil y un sombrero de color blanco, llenas de harina. Con menos de 3 euros compro una chapata cortada y un croissant de chocolate. Una actividad que ha sido de sábados, porque en España, los domingos el comercio cierra.  

Parada sobre Rambla de Cataluña, dejando el café Zurich atrás, está el bar de la Oveja Negra, un lugar al que llevaré a quienes vengan de fuera. De la Sagrada Familia a Plaza Cataluña, el centro, son caminando unos 30 o 35 minutos, pasando por la glorieta Tetuán que cruza Gran Vía, Paseo de Gracia y bajando con sentido al mar, cruzo barrios de chinos o pakistaníes. Barcelona es como una hoja cuadriculada, no te pierdes. En mi caso, bajo en zigzag hacia el centro, aunque pudiera hacerlo en línea recta. Fuera de eso, evito caminar por Rambla Cataluña. Se satura de gente.


Ubicando barrios
En el Barrio el Raval, sobre la rambla, está un lugar de comida turca de nombre Kilim, venden kebabs que van perfectos con una cerveza Estrella y después, la mejor opción es terminar con un café. A unos metros está el “Gato” de Botero, expuesto de manera temporal antes de ser donado y trasladado a Colombia.  A pocas calles, está la Filmoteca Cataluña, en el centro de una plaza rodeada de prostitución, tendederos en todos los balcones, árabes caminando por la calle con la mirada en todas partes, te buscan los ojos; por 4 euros, o 2 euros con credencial de estudiante, dejas de lado el cine comercial que llega a los 8 euros sin subtítulos, a un cine de arte, historia, creatividad y visiones apegadas a una realidad social, de una u otra forma.

La desorientación pasó a pequeñas dudas que culminan cuando se da paso a la lógica, al razonamiento. La ansiedad ha cambiado de sentir intimidación, a sentir curiosidad, ya no camino pensando en no perderme, camino y llego sin darme cuenta. Dejé de ser más explicativa en mis conversaciones, para evitar expresiones regionales, a decirlas cuando así me naciera, esperando una familiarización con el lenguaje de forma mutua, compartida. Escuchar a un español intentar expresar una grosería mexicana es de lo más disfrutable. Y es agradable sentir empatía ante palabras o expresiones “mexicanas”.


El catalán y las tapas.
La lengua catalana no ha sido un obstáculo, creo haber dado, en más de una ocasión, una respuesta en castellano a una frase en catalán.  Entre catalanes, hablan catalán, no me molesta que lo hagan enfrente de mi, sabiendo que no lo entiendo, quiero pensar que buscan me familiarice, yo soy la que viene de fuera.  Aún, no tengo claro su regionalismo, la defensa de identidad los caracteriza; pero,  si algo he encontrado, es sinceridad de trato. Son claros en sus opiniones y las expresan sin empacho. Saben que son una comunidad autónoma, que son importantes como región, pero no son independientes, y esa actitud, la refleja la unión entre catalanes, por formar parte de la comunidad. Se fortalecen entre ellos mismos.  

La dieta mediterránea, o mejor dicho, a la que tengo alcance, ha sido la adopción total del pan con tomate, con chapata específicamente, sin duda, el risotto llegó para quedarse, además de comer con mayor frecuencia sardinas y pescado, ya puedo identificar los buenos y no tan buenos kebabs entre los tantos puestos de comida de este tipo. El café se volvió ritual matutino con su respectivo crossiant de chocolate o una rebanada de chapata con nutella. No dejo al final a la pasta, los embutidos y claro, los montaditos y las tapas.

Consciente o no, buscando o adecuándome a una rutina, una familiarización con el entorno que permita hacerme sentir con cierto dominio, el necesario para moverme y expandirme; es la fase tres de Kalervo Oberg, la fase de ajuste, en donde el desarrollo de rutinas permite acostumbrarte a una nueva cultura. Aprender a saber qué esperar. Saber dónde estoy parada. No estoy en Tijuana,  se me mover, dónde cenar, dónde buscar, las zonas, el movimiento, la dinámica de la ciudad; en un terreno nuevo, me volví niño en preescolar. Caminas, encuentras, descubres, preguntas, entiendes. Te sueltas. Caminas despacito al principio, de una silla a otra, hasta que de pronto atraviesas un cuarto, luego la casa…


@ArleneBayliss


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