8 de agosto de 2012

Los no lugares


"Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar", sostiene el antropólogo y etnólogo Marc Augé a propósito de su definición sobre los 'no lugares'.

Aeropuerto de Barajas, Madrid. Fuente: Google.
Estos 'espacios del anonimato' asincopados en el deambular cotidiano, se presentan como los aforos de un individualismo que, si bien, se suceden en todas las grandes ciudades. Pues su carácter impersonal las ubica en un mundo globalizado. Nos referimos al largo etcétera que protagonizan los aeropuertos, las estaciones de trenes y de autobuses, las grandes cadenas hoteleras y las autopistas, entre otros. Formas urbanas de relación fugaz, universos sin territorialidad, donde el viajero entabla una interacción fragmentada en tanto que el espacio deviene en un lugar practicado, un lugar transitado.

Ambientes despersonalizados reconocidos por todos donde las personas se cruzan pero no se encuentran y en cuya temporalidad, la identidad del viajante se distorsiona. Convertidos en seres sin identidad ajustados por esa sensación de 'ajenitud', de distancia.Ya lo advertía Aristóteles al afirmar que "el lugar no es simplemente un algo, sino un algo que ejerce cierta influencia, es decir, que afecta al cuerpo que está en él". En este sentido, el individuo se halla inmerso en una atmósfera sacudida por los flujos que se mueven y se mezclan en todas las direcciones. 

Un cruce volátil, en definitiva, en cuya intersección se forjan los eslabones de una cadena heterogénea, fruto de la diversidad de individualiades que cobran un mayor auge en las esperas de una eventualidad sempiterna que viene a tentar a la observación detenida de nuestra mirada. Unas reflexiones que brotan espontáneas mientras esperamos a embarcar.


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