11 de marzo de 2012

Sonrisas en el desierto

Cuando apenas habíamos comenzado a andar nos encontramos con otro expedicionario. Se trataba de Lluís Pont, y decía llevar sobre sus hombros el liviano peso de Xaluca. Una empresa que precisaba de una mochila muy grande para abarcar todo lo que ello significaba, pero que se hacía de lo más llevadera puesto que contaba con mucha gente dispuesta a ayudar con la 'carga'.

Lluís decidió un día compartir con su familia un pequeño pedazo de esa África que tanto le había cautivado en sus viajes en moto: Marruecos. Allí, como quien no quiere la cosa y como suceden la mayoría de los grandes acontecimientos de la vida, se encontraron con Tayeb, un beduino del desierto. Con él descubrieron un fantástico pueblo, una hospitalidad increíble y una gente a la que recompensar. Así nació Xaluca, un conjunto de hoteles y personas que, al Sur de Marruecos, constituyen un sustento para 300 familias y hospedan a más de 10.000 personas al cabo del año. Los hoteles de Xaluca no tienen catalogación por estrellas. O, mejor dicho, sí que la tienen, depende de lo despejada o nublada que esté la noche.

De mirada viva y puntillosa, este hombre de carácter vivaz nos hablaba de su gente, sus empleados, como una gran familia. Se mostraba seguro cuando afirmaba que si las cosas se llevan a cabo con el corazón, todo sale bien. Si las personas creen en lo que hacen y sienten como suya esa empresa, harán lo posible para que todo fluya de una manera natural y perfecta, asegura con gran convicción. Para esta expedición, Lluís decidió elegir personalmente a todos sus acompañantes. Quería a gente auténtica trabajando con él. Después de dividir a los candidatos en dos grupos finalmente optó por el de los que sonreían, confiesa.

Y es que este expedicionario derrochaba optimismo en todas sus palabras. Sentía una confianza absoluta en todo su equipo y una innegable seguridad en su buen hacer y en que todos sus clientes quedaran satisfechos. Pero el sentido común, del que a veces pecamos y nos hace sospechar terminó por confirmar aquellos rumores que empezó a escuchar. "No todo puede ser tan bonito", apuntilla. "¿Cómo se hace para controlar semejante número de personas y tan importante empresa?", preguntó uno de los oyentes. “Las cosas salen solas”, respondió con firmeza acompañado de una gran sonrisa.

La noche avanzaba mientras el equipo Kompaso, guiado por la experiencia del aventurero antes que empresario Lluís Pont, asistía a una clase magistral de optimismo en la que, además, se habló de un proyecto que estaba a punto de llevar a cabo: el sueño de su vida. Durante cuatro meses y junto a su hijo, se dispone a cruzar África en coche en una travesía de Norte a Sur, con una cámara de fotos que regale sonrisas a todos esos niños que pocas veces tienen ocasión de verse inmortalizados en papel fotográfico.

Puede que la vida no sea tan fácil como Lluís la muestra, pero él eligió el grupo de los que sonríen.

Lluís Pont, al fondo, hablando sobre su proyecto. Foto: Mireia Sanz


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